
2019. Un año de desafíos para las empresas portuguesas
No es reciente la previsión de que la economía y las empresas portuguesas tendrán que enfrentar nuevos y exigentes desafíos en 2019. En este sentido, resulta sorprendente la forma en que el tejido empresarial de nuestro país fue prácticamente olvidado por los Presupuestos del Estado aprobados para el año próximo.
Cuando la realidad y el sentido común aconsejaban prestar especial atención e implementar políticas de apoyo a las empresas portuguesas, los verdaderos motores de la recuperación económica en los últimos años, las advertencias de los empresarios y directivos cayeron una vez más en saco roto.
A palabras sensatas, oídos sordos
A pesar de que las alertas respecto a la evolución de la economía en 2019 se conocen desde hace tiempo, asistimos a una opción estratégica presupuestaria enfocada esencialmente en la continuada recuperación de los ingresos de ciertos sectores de la sociedad, a través del aumento de salarios, pensiones y subsidios sociales.
Se dirá que difícilmente podría ser de otro modo en un año electoral. Pero la verdad es que los riesgos de esta opción son reales y pueden reabrir un camino hacia indeseables desequilibrios en las cuentas públicas y en el desempeño de la economía. Desequilibrios cuya repetición debemos evitar.
Así, además de los complejos desafíos externos que se perfilan, fruto de una situación internacional que se presenta más preocupante día a día, el tejido empresarial portugués enfrentará también a circunstancias internas poco alentadoras, especialmente porque el tan esperado apoyo a la inversión y la reducción de los múltiples costes empresariales, particularmente los energéticos, son medidas que se han vuelto a aplazar.
Unanimidad en las preocupaciones
La verdad es que el cuadro que se dibuja para el 2019 tiene tanto de preocupante como de consensual. Todas las instituciones nacionales e internacionales vaticinan un enfriamiento de la economía portuguesa, variando apenas la cuantificación de esta desaceleración del PIB para el próximo año: 2,2 según el Gobierno y 1,8 de acuerdo con el FMI y el Banco de Portugal en sus últimas previsiones, revistas siempre a la baja.
Aparte de esta desaceleración, otro pronóstico de cuenta del contexto cada vez más complejo que las empresas portuguesas deberán enfrentar: el crecimiento de las exportaciones también será menor, debido a las condiciones cada vez más complicadas que se presentan en muchos de los principales mercados extranjeros que son destino de las exportaciones portuguesas.
Desde luego en el Reino Unido, nuestro más antiguo aliado y tradicional socio comercial, donde nadie arriesga un pronóstico sobre el desenlace final del Brexit y su impacto económico. Pero también en Alemania, el llamado motor económico de la Unión Europea, por no hablar de los conflictos políticos y sociales que hemos visto en Italia y Francia, por ejemplo, que podrían provocar una desaceleración en estos países, con impactos negativos en las exportaciones portuguesas
Los datos más recientes divulgados por el Instituto Nacional de Estadística sobre la evolución de las exportaciones portuguesas en el pasado mes de octubre, muestran que el componente más dinámica de nuestro comercio exterior se localiza justamente en el mercado único europeo. En el período de análisis, las ventas al exterior aumentaron un 5,9% en comparación con el mismo mes del año pasado, pero este aumento global esconde dos realidades distintas: el crecimiento fue superior al 10% si sólo tenemos en cuenta a los socios europeos, mientras que las transacciones comerciales fuera de Europa cayeron más del 6%.
Confianza a pesar de todo
A este contexto externo deberá sumarse la previsible pausa en las opciones estratégicas que siempre se producen en períodos electorales. Con las elecciones legislativas agendadas para el último trimestre del próximo año, no sólo no se esperan medidas y proyectos públicos relevantes, como que el Presupuesto del Estado para 2020 seguramente no se presentará antes del comienzo de dicho año.
Hace más de una década que los sucesivos Gobiernos no presentan una línea orientadora que pueda ser considerada estructurante, ocupados primero en tratar de evitar a toda costa una crisis (lo que no se logró), administrando después el rescate que siguió a la eclosión económica y, ahora, gestionando la salida de la crisis.
La respuesta de las empresas portuguesas deberá así producirse de forma independiente de las políticas públicas y, como a menudo sucede, en sentido contra-cíclico a las mismas.
Esto ya sucedió en el pasado, cuando las empresas portuguesas superaron retos más complicados. Por este motivo, ellas están hoy mejor preparadas para buscar nuevos mercados substitutivos que permitan defender e incluso expandir las exportaciones, seguir absorbiendo mano de obra y continuar reduciendo las tasas de desempleo a niveles históricamente bajos.
Importará también aumentar el pelotón de empresas exportadoras, aún muy reducido, y la variedad de los productos comercializados, sin duda la forma más sostenible de crear riqueza y optimizar la balanza de pagos. El universo de las empresas portuguesas, constituido de forma mayoritaria por unidades pequeñas y micro, necesita así continuar apostando por la profesionalización de la gestión, la formación profesional de su personal y la digitalización de los procesos.
Frente a un contexto interno y externo complejo, las empresas portuguesas se han ganado ya el derecho a palabras de aprecio, confianza y reconocimiento. Incluso sin los apoyos y facilidades con los que cuentan muchos de nuestros competidores, las empresas portuguesas han sabido responder a las exigentes circunstancias enfrentadas en los últimos años. Debemos creer y apostar en su capacidad y visión para hacer frente a los retos que traerá el 2019.