Nací en Lisboa en 1960, en el seno de una tradicional familia portuguesa: los Pinto Basto. El espíritu emprendedor y la férrea ética de trabajo de mis antepasados contribuyeron a que muchos Pinto Bastos se colocaran en primera línea de los acontecimientos que han ido marcando la historia y el progreso de mi país. Esta historia familiar, de la que me enorgullezco, ha marcado profundamente mi propia trayectoria personal y profesional.
En la bellísima capital de mi país es donde nací, pero por pura casualidad ya que mis padres estaban allí de vacaciones. La mayor parte de mi niñez y la primera de mi adolescencia la pasé en realidad en Mozambique, con breves periodos en Portugal. Esta experiencia me acostumbró a concebir el cambio como una constante en la vida y me enseñó a no temer a lo desconocido.
La familia se instaló definitivamente en Portugal en 1974, pero nunca perdí el estrecho vínculo emocional que forjé con el continente africano durante esos años y aún hoy busco día a día profundizarlo y nutrirlo.
Diez años después de que regresáramos, obtuve el título de licenciado en Gestión de Empresas por la Universidad Libre de Lisboa. Sin embargo, ya había comenzado a trabajar antes. Uno de mis primeros empleos fue en Vista Alegre, compañía que había fundado mi antepasado José Ferreira Pinto Basto en el año 1824.
Con mi título universitario debajo del brazo, me incorporé a la empresa familiar, que llevo dirigiendo más de treinta años. Nunca he querido abandonarla, a pesar los años duros, las profundas crisis y las abrumadoras responsabilidades que tuve que asumir desde muy joven. Fueron el esfuerzo y la dedicación los que nos permitieron salir adelante en los malos momentos y los que han hecho que en la actualidad el Grupo Pinto Basto cuente con oficinas propias en cinco países diseminados por tres continentes, teniendo negocios en todo el mundo.
En paralelo a mi actividad empresarial, también he participado en numerosas asociaciones ya que considero que la sociedad civil activa cumple un rol fundamental como motor del cambio. Fui vicepresidente de la Asociación Cristiana de Empresarios y Gestores y presidente de la Asamblea General del Forum Oceano. Sin embargo, una de las experiencias que más me marcó fue llegar a ser presidente europeo, luego vicepresidente mundial y actualmente miembro del internationla board de la International Christian Union of Business Executives, organización con la cual me siento profundamente identificado.
He ido recorriendo este camino con la seguridad de que era el correcto, bajo la premisa de que estaba haciendo lo que debía y lo que quería hacer. Sin embargo, llegó un punto en el que comprendí que eso no bastaba: debía y podía hacer mucho más por el empresariado portugués y, sobre todo, por mi país.
Así, en el año 2005 asumí la presidencia de la Cámara de Comercio e Industria Portuguesa (CCIP) convencido de que es absolutamente necesario apoyar y promover el crecimiento de nuestro tejido empresarial y la internacionalización de la economía nacional. En este empeño no estoy solo; todos en la CCIP creemos en la importancia del papel de la sociedad civil y de las empresas como motores de la economía y de la creación de empleo digno.
En estos años, la CCIP ha tenido que enfrentarse a una de las más profundas crisis en la historia de Portugal. La labor del empresariado portugués ha sido fundamental para que logremos salir adelante.
Y sin embargo aún falta mucho por hacer.
Yo debo hacer más. Y mi país también. Debemos tener el coraje de dar un paso al frente, de discutir sin tapujos los problemas que nos aquejan, de consensuar soluciones verdaderas y de arriesgarnos a emprender las acciones necesarias. Sólo de esta manera lograremos vivir dignamente y aupar a Portugal al lugar que se merece en el escenario mundial.
Asumo mi responsabilidad. Las reflexiones y propuestas que comparto a través de este espacio y que acompañan a nuestra labor desde la CCIP son una prueba de ello.