Bruno Bobone - automatización

El proceso de automatización exige recualificación de la sociedad

A principios de este año, los titulares de los periódicos en Portugal advertían que el aumento esperado en el uso de “robots” podría significar la eliminación de 1,1 millones de puestos de trabajo en el país para el 2030.

Esta fue una de las conclusiones de un estudio sobre el futuro del trabajo en nuestro país, realizado por la Confederación Empresarial de Portugal (CIP) junto con el McKinsey Global Institute y la Nova SBE, documento que también prevé que 1,8 millones trabajadores portugueses tendrán que reciclar y mejorar sus competencias y cambiar de trabajo en los próximos once años.

Aunque los autores del estudio subrayan que estas proyecciones se basan en modelos que tienen en cuenta sólo las tecnologías de automatización existentes – y todos sabemos que la innovación en esta área es casi diaria –, la verdad es que el orden de magnitud de los números presentados no deja dudas, desde ya, sobre la importancia crítica que esta temática asume en el desarrollo futuro de nuestra sociedad.

Automatización: estado de la situación

Otro estudio de McKinsey sobre el impacto de las nuevas tecnologías en el mercado de trabajo de 46 economías (representativas del 90% del PIB mundial) prevé la eliminación de entre 400 y 800 millones de empleos en todo el mundo en los próximos once años. En el documento se admite, sin embargo, que si se toman las medidas correctas, el mercado laboral podrá ajustarse y reducir el desempleo a plazo, pero con menor crecimiento de los salarios.

No por casualidad la Organización Internacional del Trabajo (OIT) eligió este tema para la celebración de su centenario, publicando un extenso informe sobre el futuro del trabajo en el mundo. Un documento en el que destaca un mensaje a los gobiernos para que se tomen medidas capaces de enfrentar los desafíos de la robotización y la inteligencia artificial y proteger los derechos de los trabajadores.

Y es precisamente éste el objetivo principal que se plantea: optimizar las enormes ventajas de las nuevas tecnologías en el proceso productivo, compatibilizándolas con el progreso social y ético a través de las políticas de empleo más acordes a los tiempos que corren.

Reconvertir la fuerza de trabajo

Como es bueno ver, se trata de un desafío que tiene tanto de exigente como de estimulante, reclamando una acción concertada y ambiciosa de los gobiernos, empresarios y trabajadores con respecto a la necesaria reconversión de la fuerza de trabajo con las mayores ganancias sociales posibles.

De hecho, sostienen los expertos, si el proceso de transición laboral se desarrolla de forma satisfactoria, hay razones de sobra para ser optimista en relación al desarrollo económico y social apalancado en la revolución tecnológica en marcha. En caso contrario, existe el peligro real de que se dispare el desempleo de largo plazo y surja un «ejército de excluidos».

Si bien es cierto que el 50% del tiempo empleado en Portugal en la actividad laboral actual podría automatizarse con las tecnologías existentes, también es previsible, de acuerdo con el estudio de la CIP, que la automatización y el crecimiento económico inducido cree entre 600 mil y 1,1 millones de nuevos puestos de trabajo para el año 2030. En el mejor de los casos, tendríamos una situación de equilibrio entre empleos perdidos y creados, con la ventaja de que los nuevos empleos serían tecnológicamente más sofisticados, incidiendo especialmente en ámbitos como la salud, la ciencia y la tecnología.

Esto quiere decir que el desafío que tenemos por delante puede y debe resultar en una enorme oportunidad. Pero para eso, tendremos que saber minimizar las dificultades planteadas por la digitalización de la economía, enfrentando la fase de transición con nuevas políticas que sustenten un ambicioso y dinámico plan de recalificación de nuestra sociedad. Lo que sólo puede lograrse con un esfuerzo muy bien conjugado entre el sector público, las empresas y las instituciones de educación y formación, con las universidades a la cabeza.

Transformar los currículos escolares

En lo que respecta a las asociaciones empresariales, ha sido patente la preocupación por dimensionar y repensar el reciclaje profesional y el desarrollo de las competencias de la fuerza de trabajo. Un reciclaje que no se debe enfocar únicamente en los trabajadores ya en activo – y que podrán ver sus actuales empleos “tragados” por la robotización – sino que deberá tener en cuenta también la transformación de los currículos escolares de los futuros trabajadores. Urge preparar a las nuevas generaciones para un proceso de formación continua a lo largo de la vida, única forma de responder a una evolución tecnológica constante.

Se percibe la dimensión de la tarea y se sabe que será necesaria una fuerte inversión, tanto pública, como privada, para llevarla a buen puerto. Es vital entonces lograr, en paralelo, que la economía portuguesa crezca a un ritmo más robusto, favoreciendo la creación de puestos de trabajo y liberando medios financieros para la educación y la formación profesional. Será importante también aumentar el dinamismo de los negocios y la movilidad de la mano de obra.

Se trata, al final, como sostiene el Ministro de Trabajo, Vieira da Silva, de superar nuestro déficit crónico de cualificaciones escolares, optimizando en paralelo el nivel de cualificaciones tecnológicas de nuestros jóvenes – que ya es reconocido como elevado.

Sólo a través de la combinación de estos factores bajo la lógica del diálogo social, uniendo lo público y lo privado, Portugal podrá sacar partido de la nueva revolución tecnológica también al nivel del mercado laboral, capitalizando a su vez la fuerte capacidad de adaptación de nuestra fuerza de trabajo.