
Reencauzar la relación capital/trabajo. El mito del salario mínimo vs salario digno y produtividad
Para aprovechar al máximo el contexto económico favorable que enfrente Portugal en la actualidad debemos emprender una serie de cambios importantes como sociedad y como país. Ya me he explayado al respecto en este blog. Sin embargo, en esta oportunidad me gustaría hacer hincapié en un vector fundamental que requiere de profundas transformaciones: la relación que existe entre sindicatos y confederaciones patronales, es decir, entre los representantes de los trabajadores y de sus empleadores, los empresarios.
Los sindicatos en la actualidad enfrentan internacionalmente un proceso de debilitamiento considerable, expresado en la pérdida sostenida de miembros que se viene produciendo en los últimos años a lo largo y ancho del planeta. En el contexto portugués, las organizaciones sindicales han buscado aplazar esta pérdida de capacidad de influencia negociando formas totalmente artificiales de reavivar sectores de actividad que le permitieran sostenerse.
Por el otro lado, las confederaciones patronales mantienen vivas sus reivindicaciones de contener al máximo posible los costos de producción, especialmente frente a un sistema impositivo portugués que no cesa de imponer nuevos gravámenes que, naturalmente, limitan la capacidad de iniciativa empresarial. Sin embargo, en la búsqueda de este cometido los empresarios no han conseguido aún implementar los mecanismos que les permitan generar la riqueza suficiente para garantizarles a sus empleados condiciones salariales y de vida dignas.
Las confederaciones no consideran que la solución al problema de la riqueza de sus empleados sea su responsabilidad, ni los sindicatos entienden que la principal función de cualquiera de sus trabajadores es la maximización de la creación de riqueza por parte de la empresa en que trabajan.
La primera responsabilidad de un líder empresarial es asegurarse de que su equipo está bien preparado y estimulado para el desafío de enfrentar el mercado. La primera responsabilidad de un trabajador es asegurarse de que su trabajo es de la mejor calidad y eficacia posible para garantizar que su empresa tendrá suficiente riqueza para compensar los medios invertidos en ella, en los que se incluye su trabajo.
Hasta que estos dos postulados no sean asumidos por estos dos grupos, los portugueses no tendremos la capacidad de emprender negocios competitivos y sostenibles en el mundo de hoy.
Y aquí es donde entra en juego la importancia del salario, su naturaleza y su definición. Nadie en su sano juicio puede sostener que el valor del salario mínimo actual en Portugal es apropiado. Todos sabemos que ningún ciudadano portugués puede vivir en condiciones verdaderamente dignas con apenas 580 euros al mes. Y por ello sostengo hace tiempo que los importante no es el salario mínimo sino el salario digno. Todos y cada uno de nosotros, trabajadores y empresarios, debemos bregar por el efectivo establecimiento de un salario digno.
Ahora bien, para instaurar un salario digno que sea sostenible es necesario introducir en la ecuación la condición de la productividad. Para dividir la riqueza realmente existente de una forma tal que sea beneficiosa tanto para el trabajador cuanto para el empresario, el aumento de la productividad se vuelve un factor fundamental. Debemos aumentar al máximo la productividad de nuestro trabajo para tener la rentabilidad necesaria para el crecimiento de las empresas.
Al mismo tiempo, es fundamental comprender que tenemos que distribuir mejor esa riqueza, beneficiando igualmente el capital y el trabajo para garantizar la continuidad de nuestras organizaciones. El premio por productividad como un elemento del contrato laboral es en este sentido una herramienta poderosa. Si el trabajador aumenta la productividad de la empresa, debería ser premiado por ello, lo que mejoraría sus condiciones materiales y al mismo tiempo ayudaría a tener trabajadores más motivados para el desarrollo de sus tareas y para cualificarse.
El aumento de la productividad y la distribución justa de la riqueza generada a través de este aumento se constituye así un círculo virtuoso que acaba por crear una sociedad mejor: una sociedad compuesta por ciudadanos que reciben mejores retribuciones, una sociedad más rica que por ende tiene una mayor capacidad de consumo, lo que aumenta el nivel de demanda interna que acaba por beneficiar a los empresarios que venden sus productos en un mercado nacional dinámico.
Por ello, la relación entre empresario y trabajadores, hoy, no puede ser un combate entre dos lados. Ambos bandos deben actuar como un equipo, dos complementos que tienen que respetarse y ayudarse para llegar más lejos. La definición de un salario digno a través de esquemas que tengan en cuenta los niveles de productividad puede y debe cumplir un rol fundamental en esta ecuación.
Un número importante de empresas portuguesas ya han entendido las potencialidades que reviste esta transformación y por ellos muchas de ellas recompensan a sus trabajadores y tienen definidos sistemas de premios distribuidos en todos los niveles de la empresa. Por el mismo motivo, pero en el sentido inverso, muchos sindicatos continúan perdiendo capacidad de influencia en el contexto actual: la propuesta combativa que los sindicatos mantienen ya no apela a los trabajadores, que han comprendido los cambios que se vienen produciendo en el mundo del trabajo.
El momento actual es el indicado para comenzar esta discusión. Debemos aprovechar la oportunidad de aceptar un salario digno más alto siempre y cuando se introduzca la productividad como un factor esencial en los contratos de trabajo. Sólo así será posible garantizar una distribución más justa del rendimiento, condiciones dignas de trabajo para los portugueses y una relación más armónica entre las patronales y los sindicatos, que son esenciales en la defensa de los beneficios de los trabajadores, tanto en lo que respecta a la garantía de la sostenibilidad de las decisiones importantes de la organización, cuanto en lo que se refiere a la distribución de la riqueza creada por el aumento de la productividad. Sólo así será posible, en suma, garantizar una economía más próspera y preparada para competir en la economía global actual.